9 de septiembre de 2017

Lunes, Martes y Miércoles también.

Érase una vez una niña que nació siendo "normal", como una humana más. Pero a medida que fueron pasando los años, a la niña le crecieron unas plantas en las piernas que le apretaban.
Las plantas apretaban más y más conforme dejaba atrás meses, inviernos y primaveras.
Dicho día, la niña escuchó a alguien por la montaña cantando y repitió en voz alta lo que oyó para intentar entenderlo: "Da Luan, Da Mort, Da Luan, Da Mort, Da Luan, Da Mort". Y de nuevo lo mismo. Repitió "augus Da Cadine" después y volvió a cantar lo anterior. No entendía lo que aquello significaba pero no dejó de cantar.
Entonces los duendes de Knockgrafton la oyeron y se llevaron a su casa bajo tierra.
Cuando la niña se vio rodeada de tantos duendes se asustó. Notó que en sus piernas ya no apretaban las plantas, ya no apretaba nada, y una calma que hacía mucho que no sentía recorrió su cuerpo.
Se relajó y disfrutó de la música de los duendes. Bailó, cantó, gritó y habló de cosas de las nunca había hablado.
Por desgracia llegó el momento en el que se llenó todo de duendes (porque a los duendes les encanta la fiesta, la bebida y los cantos) y hubo poco espacio por lo que las pequeñas criaturas se juntaban mucho a ella en las danzas y en las melodías. La niña se sentía incómoda y se dio cuenta de que las plantas empezaban a apretar de nuevo.
Intentó seguir bailando pero no podía, resultó ser físicamente imposible; por ello quiso alejarse un poco de los duendes y ellos sintieron rechazo: se enfadaron con ella.
Las criaturas echaron a la niña de su casa y fue el momento en el que las plantas volvieron a apretar, y esta vez tan fuerte como nunca apretaron antes.
La niña volvió a cantar la extraña melodía pero los duendes, a pesar de escucharla, no la dejaron pasar a su casa. Ella se resignó a las plantas y a sus apretones y echó a andar lejos de la montaña, todo lo lejos que pudo.
Aún queda por saber si las plantas dejaron de apretar o no, pero nunca se supo nada sobre aquella niña. Nadie supo si creció o se rindió ante la presión de sus piernas.
Y, por si alguien quiere preguntarlo: no, la niña no tenía nombre.

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