8 de septiembre de 2017

A tu memoria.

Sé que aún recuerdas la bicicleta tirada en el campo, a tu amiga y tú haciendo un picnic y tu historia que intentaba explicar el mote de "chica melocotón".
¿Y qué me dices sobre las heridas de las rodillas que recordabas en la bañera? Después vinieron las fotos en las estanterías y los concursos.
Aunque creo que el día en que peor lo pasaste fue cuando otros leyeron el relato que transformaste en teatro, ese relato que le escribiste a la chica con la que ya no hablas.
Si buscas, seguro que encuentras las historias de cuando intentabas meter miedo: el desván con la luz apagada, el día de tormenta del 31 de octubre, la extraña muchacha que quitaba las telas de los cuadros y luego fue atacada por éstos, la biblioteca abandonada y el dragón y el centauro y el fantasma.
¡Oh, y el payaso Rogus! Atacado por su león como venganza por humillarle... Y la máscara con veneno que provocó una muerte que en la vida real no hubiese sido posible.
La foto de la flor, ¿la recuerdas? El flash por aquel entonces no te asustaba.
Poco después llegó un troyano en un barco, un monólogo y un gran error de cara y media.
Tiempo más tarde apareció la foto del metro y la carta de queja por las caras largas. Recientemente te uniste a ellas, por si lo olvidaste, y lloraste a lágrima viva integrándote en lo que en un pasado fue tu motivo de protesta.
Te he recordado todo esto porque he decidido escribir a tu memoria, porque esa persona de la que sólo puedo recordar detalles como los anteriores ya no existe.
He recordado todo en honor a tu memoria, el tiempo te ha borrado y has dejado de existir pero desde aquí te suplico que, aunque sean unos míseros minutos insignificantes, olvides el presente y os reconciléis.
Quiero que recuerdes, que brindes por tu memoria, que alces la copa por tu pasado. Quiero que perdones y que, para honrar a tu memoria, reconstruyas y revivas aquel momento en que decidiste mantenerte fuerte (a pesar de que fuera con alguien de quien no sabes nada ahora).

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