20 de agosto de 2017

El cuento del libro mágico.

Hubo una vez un niño curioso. Tan curioso resultó ser que no entendía de límites.
Por ello un día, en su casa, subió las escaleras que nadie solía subir y encontró un libro. Era un libro mágico: encerraba sombras amorfas. El niño no entendía nada hasta que las sombras cobraron forma, se volvieron feas, empezaron a chillar, a chillar tan fuerte que el niño dejó de oír el resto del mundo. 
Encerró él mismo en el libro los monstruos horrendos, las pesadillas, los chillidos, las náuseas y al hombre de las gafas que tanto le atemorizaba. 
Bajó las escaleras, pasaron los años, olvidó el libro y no volvió a subirlas. 
Hasta que, pasados muchos años, conoció a alguien a quien enseñarle su libro. Algo en su interior le decía que aún no era el momento... y efectivamente: no lo era. 
Los monstruos del libro encontraron la manera de escapar, volvió a oír los chillidos, los gritos, los monstruos invadieron su habitación, las pesadillas le quitaron el sueño y las náuseas se llevaron las ganas de comer. 
Todo lo que veía el niño era el hombre de las gafas rodeado de libélulas, le percibía cuando dormía porque aparecía en sus pesadillas y le oía en el silencio, gritando, enmudeciendo al mundo, a él, convirtiéndolo en un niño incapaz de hablar. 
Al final del cuento el muchacho no mostró a nadie su libro porque cada vez que lo intentaba, la magia se liberaba y todos los monstruos le encontraban. Jamás pudo ni podría permitir que nadie lo abriera. 

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