Papel de pared - Recopilatorio

Mi papel de pared. (I)

Has desgarrado el papel de la pared. Has cogido mis libros, los has recortado y los has destrozado. 
No sólo has destrozado mi arte sino que también has destrozado mi casa. 
Y ahora, con tu maleta y tu gorro de lana, te presentas ante mí como si nada pasara. Porque, bueno, para ti, no ha pasado nada. Siempre te comportas como si no hubiera pasado nada. 
-¿Quieres azúcar en el café?
Asiento. 
No entiendo cómo lo haces. 
Si te vas de la lengua, te perdono. Si te pasas conmigo, te perdono. Y luego actuamos como si nada hubiese pasado, como si el calendario no tuviera ese día en el que empeoraste las cosas. 
Y yo, que soy como un molino de viento, no digo nada y te dejo pensar que todo sigue igual, te dejo pensar que me he molestado por otra cosa. 
-Imagínate que me das la taza de café medio vacía. 
Así te dejo pensar las cosas.
Ríes.
-Nunca haría eso -dices. 
-Sin embargo, ya no tengo papel de pared. 
-Ya, sí, espero que se pase. Dale tiempo. Todo se arreglará.
Has estado por las calles, perdiendo tu tiempo, apropiándote de la noche como si fuera eterna. Has cogido mi tiempo y lo has dejado pasar sin valorar un mero segundo. Como si siempre tuviera tiempo para ti. 
Tampoco puedo decir gran cosa: me comporto como si siempre tuviera tiempo para ti.
Pero esto es demasiado. 
Mi papel no se va a arreglar solo. 
Ni mis libros. 
Ni yo.
-Tampoco tengo libros. 
-Ya, también eso se arreglará. Dale tiempo. -Repites.
La verdad es que no. 
La verdad es que estas cosas no se solucionan solas. 
Dejo el café en la mesa.
Y te miro. Te miro mal.
Eres mi O'Brien era[s mi] amigo, [mi] torturador, [mi] protector(...).
 -¿Por qué no me atacas a mí directamente? Adelante. Por favor. -Te pido.


Papel de pared (otra vez) (II)

Era mi momento favorito del día porque la luz a estas horas flota suave en el aire, es azul y cálida a la vez. No falta y no sobra.
Y estaba él. Y estaba yo. Y empezó a arrancar el papel de pared.
  No le gusta la poesía.
Sigue arrancando.
  Le gusta la poesía. 
Sigue arrancando.
  Ha visto la película. 
Sigue.
  Vio la película por su culpa. 
Sigue.
 Le gusta leer. 
Sigue.
  También le gusta leer.
Sigue.
  Es inteligente. 
Sigue.
  Puede que también lo sea. 
-Aquí no pone nada sobre mí.
-No es culpa mía -respondí.
-AQUÍ NO PONE NADA SOBRE MÍ.
-No es culpa mía -repetí.
-¡¡AQUÍ... NO HAY NADA... SOBRE MÍ!!
-No es culpa mía.
-AH, ¿NO?
-No es culpa mía que me quieras y me quieras mal y yo no te quiera.


Nuestro papel de pared. (III)

-Quiero que pares.
No hacía caso, ella seguía arrancándolo.
-QUIERO QUE PARES.
-Chilla más fuerte. ¿Qué piensas? ¿Qué sientes? CHILLA.
-¿Qué sientes tú? -le devuelvo como respuesta.
Ella no articula sonido alguno, ni siquiera oigo su respiración. Comienza a mover los pies, las rodillas y las caderas como si no le importara quien la estuviera mirando.
-Te importa, ¡claro que te importa! -lo pronuncio riendo sarcásticamente, como si fuera obvio (porque es obvio).
-¡Claro que sí, he nacido con ello! Ahora dime... ¿qué piensas, qué sientes? Porque yo no lo sé.
-Sí que lo sabes.
-Quiero que me lo repitas, quiero que chilles.
Trago saliva.
Sí que le importa quien sea quien la mire, ¡claro que le importa! Es obvio que le importa.
-¿Te importo? -pregunto.
-CHILLA -pide a gritos, se gira y vuelve a arrancar el papel de mi pared-. El papel es horrible, HORRIBLE.
-¿Y qué más da?
-CHILLA.
-¿Y QUÉ MÁS DA SI LO ARRANCAS TODO?
-CHILLA MÁS.
-¡TE QUIERO!
-GRITA, AÚLLA, ¿QUÉ PIENSAS? ¿QUÉ SIENTES?
-QUE CONTIGO PIERDO LA CORDURA Y... y no quiero chillar más y me gusta mi papel de pared. Que estoy sola.


No tienes ningún cuarto más (IV)


Que me siento rara y no sé cómo contarlo. Que no me siento bien, que no estoy a gusto. Que yo ahora necesito un abrazo calentito de brazos que me quieran y ningún resoplido.
Que me siento sola, no sólo por ti sino por todo en general. 
Que ni es ahora ni lo va a ser. Que me siento sola y, sí, otra vez; me siento sola. 
Que no tienes habitación, que ni está pintada ni tiene papel de pared, que ya nada es tuyo y no tienes un techo ni cuatro ni tres paredes. 
Que me siento rara y hablar con la gente me cuesta tres cucharas y ducharme cinco y comer ocho y pensar en ti quince y llorar diez. Y si sumas, si sumas... te darás cuenta de que cuarenta y una cucharas son cucharas que yo no tengo y si no las tengo no las puedo gastar. 
Que ni te hablo ya ni te lloro más porque no me mereces.

Crees que sabes distinguir (V)

-¿Qué opinas de ésto?
-No soy yo quien debiera responderte. 
-Pero si te pregunto es porque quiero tu opinión. 
-Entonces sabes ya qué pienso. No tengo más que decirte. 
Cuando empezaron las pesadillas, comencé a arrancarme las entrañas interiores a cachos, igual que había hecho anteriormente con el papel de mi pared, solo que esta vez sí que me desmembraba por dentro. 
Me intentaba llamar por el teléfono, porque ya no salía de casa. 
Y entonces un día me vi atravesada por la valla de nuestra parcela. 
-¿Qué piensas de ésto? 
Toda la vida, los hermanos Grimm y otros muchos adultos me habían dicho que el bien siempre y en los cuentos, los malos son los malos y los buenos son los buenos. 
Yo ahora me sentía mal: los buenos no son buenos. Los buenos también son malos y los malos actúan de buenos. 
Y entonces me cuestiono lo siguiente: ¿tanto me he desgarrado y por ello tan mal me siento? 
No debería palparme tan vacía ni tan perdida y sin tan poco interior... sin embargo así me siento. 
Ni siquiera el snaps de melocotón me hace atisbar una mejora... porque me conozco el final en el que quedan las paredes vacías, el teléfono descolgado y el jardín manchado. 

Título finito (VI)

No tengo claro que mis verdades sean para confesarte en un doctorado premiado o en un título finito con botón de autodestrucción.
Tampoco tengo claro cuánto has de rasgar para descubrirlo todo (otra verdad a parte) porque hay una cara que conocer y más que puede que no (eso es otro tema mío por compartirlo o guardarlo).
-Te lo voy a confesar -anuncio.
Apenas has debido romper nada: todo se encuentra en la superficie, sin arrancar papel ninguno accedes a lo mencionado pasado por alto.
-No me llamas, me lo cuenta tu voz en binario, sonando como si procediera directamente de ti... pero no es para mí. Por delante mío pasan cientos de miles de personas cuyo segundo apellido existe con tan poca realidad como mi tercero.
-Pero mi intención...
-Puesto que nos hablamos gritando verdades y descubriendo, debes saber que no quiero permitir un peso sobre mí de miles de cuerpos y miles de nombres que no conozco.

Verdad/mentira (VII)

El juego entre tumbarse, yacer y mentir que Valverde destaca (por poca gracia que me haga él) resulta gracioso (o trágico), depende de cómo se mire (o quién).
Te haré llegar este mensaje excepto que tú supieras que lo haría: en tal caso no lo haré. A menos que supieras que no lo haría porque lo sabía, en ese caso sí que lo haré.
La verdad consiste en contar las cosas como son.
La mentira queda, por lo tanto, como el papel de su contrario.

Papel y boli (VIII)

El cuento de las libélulas.
Las libélulas.
Las libélulas.
Las libélulas.
La ciénaga.
El árbol.
El rey.
(O era la reina, la verdad es que dudo y no lo recuerdo.)
La sangre.
Los campos.
El cielo.
Y ya no rememoro más relato.
Lo genial que tiene esta historia es que cuando ellas dos miran el cuadro de alguien que se marchó se vuelve fácil idealizarlo(s) con un "Si estuviera(n) aquí, actuaría(n) de esta manera" porque, a falta de presencia, resulta imposible probar que, evidentemente, no actuaría así. Aun con todo, siempre se puede demostrar.


Mensaje (IX)
¡Hola!
Sé que se te hace raro que te escriba porque llevamos más de dos años sin hablar y nunca te expliqué por qué. Nunca supe si fue cierto lo que le hiciste a R. pero decidí creerla y he preferido mantener las distancias. Me gustaría saber si pasó o no, y, si la respuesta es sí, me gustaría saber si sigues pensando de la misma manera que entonces. 
Te escribo porque he estado dándole vueltas a la cabeza muchísimo, primero por saber si habrías cambiado (si lo que te digo fue cierto) y segundo, porque, en cierto modo, te echo de menos. Echo de menos a mi amigo, por mucho que te aseguraras de que debía temerte. Me escuchaste sin juzgarme por primera vez en mucho tiempo y te lo agradezco todavía más de lo que podré decir y, a estas alturas, no sé si debiera ser tu amiga sin más o temerte, efectivamente, como me demostraste. 
Me infravaloraste, me hiciste sentir un chicle en la suela de tu zapato por no pasar una noche contigo, me confundiste, hiciste que me marchara de un sitio gritando y me provocaste para dar voces en los pasillos porque hay cosas que no entiendes a la primera. 
Pero no has dejado de ser aquel que me escucha, a quien puedo gritar y con quien puedo reconciliarme. 
Si no me respondes, lo entenderé. 
10:37pm

¿QUE TE VAYAS? (X)

Te escribo esta carta porque no sé cómo hacerte saber que me siento muerta por dentro, vacía y sin sentido, sin rumbo.
No sé si estoy enfadada o si quiero destrozar la habitación que te tenía reservada (creo que sí, porque no puedo seguir viviendo así, nunca ha sido lo que esperaba de mí) y echarte.
Lo que más me duele de todo es que no lo entiendes, nunca lo has entendido; no se trata de quién siente más o quién tiene más derecho a sentir.
Se trata de que, por favor, te pido que me entiendas y no lo respetas.


Espero haberos cobrado un gran alquiler (XI)

Supongo que por fin, después de tantos años, voy a ser capaz de decirte adiós para siempre y cerrar este ciclo. Necesito hacerte saber -sin escribírtelo directamente- que me cuesta superar todas las veces que me has mentido. 
    La que más me ha dolido ha sido la última. 
Eres la primera que ha sabido siempre lo mucho que me cuesta un te quiero y no mastico ni digiero cuando fuiste capaz de mentirme cara a cara y despreciar tantísimo un esfuerzo tan grande. Hubiese necesitado sinceridad por tu parte, aunque sé que es algo que jamás me darás porque la valentía que tienes -que es muy grande, no te confundas- la empleas en otros sitios... o con otras personas. 

Supongo que una de las cosas que también me duele es que hayas sido la idea de la que me enamoré, la idea a la que quise, a la que otros le veían los fallos menos yo porque me hacías sentir el centro del universo a ratos. Me duele pensar en todo el cariño e intentar recordar muchas cosas buenas y no poder.     Tener lagunas, 
        recordar cuando me clavabas puñales, 
            cuando me abrías las heridas. 
Cuando eras tú. 
Si le sigo dando vueltas, me doy cuenta de que quizá también hubiera muchas cosas malas. 

En definitiva, todos los que formáis parte de estos relatos de papel de pared habéis dañado esa habitación de mi cabeza o habéis hecho que la destrozara. Es hora de que salgáis, de que dejéis de pagar el alquiler porque no es vuestro espacio. 

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