3 de marzo de 2018

Venganza por un calcetín rojo.

-Juro que me vengaré -dijo el taxista.
-Perdone.. ¿qué acaba de decir? -pregunté.
-¿Quiere que le cuente una histora? -me interrogó. Miré el reloj. Aún estábamos lejos, tardaríamos todavía en llegar al banco. "¿Por qué no?", me dije.
-Adelante.
El conductor prosiguió a narrar su historia:
-Todo empezó con un calcetín rojo. -¿Un calcetín rojo origina un sentimiento de venganza?- Yo me levanté un día cualquiera, me preparé el desayuno y, cuando fui a beberme el té, ¡un calcetín rojo contaminaba el contenido de mi taza! ¿De dónde había salido? No había nadie más que yo en la cocina. -El taxista hacía gestos con las manos mientars esquivaba los coches de la carretera- Más tarde le pregunté a mimujer si teníamos calcetines rojos, puesto que no me sonaba haber visto ninguno por casa. Buscamos y rebuscamis entre los cajones y nada, no encontramos ni a su pareja ni uno que se le pareciera. ¡Un calcetín desparejado! ¡No hay nada que me ponga más nervioso! ¿Y a usted?
-Tampoco soporto ver cosas desparejadas.
-Y así pasaron varios días: en casa, en el trabajo (cuando paraba a comprar algo de beber, ya sabe que esto de cpnducir cansa muucho), en el bar... en cuanto me despistaba unos segundos, ¡tachán, el calcetín aparecía en mi bebida! ¿Puede imaginar lo frustrante que resulta eso?
-Hmm -intentée ponerme unos segundos en su lugar, sin poder beber nada por culpa de una prenda-, me lo imagino.
-Yo estaba desquiciado, no sabía qué hacer. Un día que libraba, me fui a dar un paseo y luego volví a casa. Mi hijo pequeño había invitado a un amigo y estaban en su cuarto, jugando y riendo con la puerta entreabierta. Cuando pasé por delante de la abertura para ir al baño, sin querer, oí la conersación que mantenían y tanta les hacía a los niños.
-¿Ah, sí? -Pregunté interesada, ya absorta en la historia- ¿Y qué decían?
-Mi hijo contaba: "Mira, lo metes por aquí y lo dejas así y, cada vez que papá coge una bebida, ¡se cae en ella!". Intrigado, sorprendido y enfadado, me asomé disimuladamente para comprobar si mism sospechas eran ciertas o no. ¡Le vi con una de mis chaquetas y un calcetín rojo, como el que me molestaba día tras día a mí! ¡Lo estaba metiendo en la manga de la americana!
-O seea que ¿su hijo le gastaba jugarretas con un calcetín impidiéndole beber?
-Sí, el niño salió muy astuto. Hay que admitir que es listo. Cuando se fue su amigo, le interrogué y me mostró cómo lo hacía. ¡Ni me había dado cuenta de que tenía siempre calcetines usados bajo la manga! ¡Me había convertido en un dispensador! No me quiso contarr de dónde los sacó, pero algún día ya me lo dirá.
-¿Cuántos años tiene? -dije, pensando que tal vez su edad pudiera justificar la broma del niño.
-¿Quién?
-Su hijo.
-¡Ah! Tiene siete años -"Joder, qué intelilgente es", pensé.
-¿Y ha jurado vengarse de su hijo de siete años? -El taxista asintió- ¿Y cómo lo hará?
-Todavía no lo sé.
-Bueno -saco el dinero de mi bolso y se lo tendí-, ya me contará qué tal le va si nos volvemos a ver -sonrío y salgo del coche.- Quédese lo que sobra. Muchas gracias -cierro la puerta, veo cómo se marcha el taxi y murmuro-: Pirado -antes de entrar en el edificio.

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