El frío me calaba hasta los huesos.
El jersey se antojaba demasiado corto y fino.
Los zapatos apretaban demasiado y la goma de los calcetines encogía más cada segundo.
Mis manos no sabían qué hacer más que retorcerse y buscar el calor.
Y oí vuestras voces.
No pensé en nada más que en seguirlas.
Mi intención era descubrir dónde estabais.
Pero cuando llegué al lugar de donde parecían venir vuestros gritos, no había nada,
solo vacío y viento.
No había nadie.
23 de agosto de 2014
Nadie.
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