3 de junio de 2014

Soy feliz.

Estábamos en el trozo de acera limpio en el que siempre nos hemos sentado al salir de clase. No hablábamos, no decíamos nada. Él sólo me miraba y yo miraba la calle y a él a ratos.
-Eres feliz en tu infelicidad. -Rompió el silencio.
-¿Y qué más da?
-Me impresiona.
-Creí que tú no sentías nada.
-¡Oh vamos! -se acercó a mí- Los dos sabemos que tanto tú como yo aparentamos ser fríos pero...
-... no lo somos -completo su frase.
-Exacto. Sabemos lo que es el dolor, la tristeza y la frustración mejor que nadie.
-Pero, ¿qué importa la manera en la que soy feliz? Soy feliz y punto.
-En realidad, sólo importa que seas feliz -se acercó a mis labios-, pero a la sociedad es a quien le importa cómo y por qué eres feliz.
-Para hacerte infeliz.
-Sí.
-Pero tú no eres como la sociedad.
-No. -Y entonces, él me besó.

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