No sólo has destrozado mi arte sino que también has destrozado mi casa.
Y ahora, con tu maleta y tu gorro de lana, te presentas ante mí como si nada pasara. Porque, bueno, para ti, no ha pasado nada. Siempre te comportas como si no hubiera pasado nada.
-¿Quieres azúcar en el café?
Asiento.
No entiendo cómo lo haces.
Si te vas de la lengua, te perdono. Si te pasas conmigo, te perdono. Y luego actuamos como si nada hubiese pasado, como si el calendario no tuviera ese día en el que empeoraste las cosas.
Y yo, que soy como un molino de viento, no digo nada y te dejo pensar que todo sigue igual, te dejo pensar que me he molestado por otra cosa.
-Imagínate que me das la taza de café medio vacía.
Así te dejo pensar las cosas.
Ríes.
-Nunca haría eso -dices.
-Sin embargo, ya no tengo papel de pared.
-Ya, sí, espero que se pase. Dale tiempo. Todo se arreglará.
Has estado por las calles, perdiendo tu tiempo, apropiándote de la noche como si fuera eterna. Has cogido mi tiempo y lo has dejado pasar sin valorar un mero segundo. Como si siempre tuviera tiempo para ti.
Tampoco puedo decir gran cosa: me comporto como si siempre tuviera tiempo para ti.
Pero esto es demasiado.
Mi papel no se va a arreglar solo.
Ni mis libros.
Ni yo.
-Tampoco tengo libros.
-Ya, también eso se arreglará. Dale tiempo. -Repites.
La verdad es que no.
La verdad es que estas cosas no se solucionan solas.
Dejo el café en la mesa.
Y te miro. Te miro mal.
Eres mi O'Brien era[s mi] amigo, [mi] torturador, [mi] protector(...).-¿Por qué no me atacas a mí directamente? Adelante. Por favor. -Te pido.
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