Volvimos a sentarnos en nuestra mesa de la terraza del bar.
En realidad no es nuestra, pero nos sentamos en ella siempre que no la ocupan los adultos amargados.
Yo le daba pequeños sorbos a mi Fanta de naranja que el dueño me pone ya como un acto reflejo y tú te bebiste una Coca-cola en seguida.
Compartíamos la misma bolsa de unas chuches con forma de estrellas y "sabor a mantequilla".
No hablábamos.
Solo comíamos y bebíamos.
-¿Pedimos una baraja y jugamos? -preguntaste.
-¿Por qué no? -levanté los hombros y asentí.
Entraste dentro del bar y te esperé fuera.
Oía la música de dentro mezclada con la voz de una película mala que echaban en la tele encendida dentro del bar.
Y jugamos.
Cerca de los coches que pasan por la carretera, como siempre.
Y yo gané.
En las cartas no.
Jugando a las cartas ganaste tú.
Por si no lo recuerdas.
6 de agosto de 2014
Aquel bar de carretera.
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No reconocerse.
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