No dijo nada.
Sólo sonrió.
Y me miró.
Con sus profundos ojos azules verdosos.
Y se colocó el pelo como si fuera un acto reflejo.
Y miré su brazo blanco como la nieve, donde las venas sobresalían.
Y su color pálido de piel me cegó.
Y sus labios secos agrietados me hicieron querer besarlos.
Y de hecho, lo hice.
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No reconocerse.
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Estoy obsesionada con tu blog. Ojalá publicaras más entradas.
ResponderEliminarCada día que pasa, me enamoras más y más con tus palabras y las sensaciones y emociones que transmites sin pretenderlo realmente.