No dijo nada.
Sólo sonrió.
Y me miró.
Con sus profundos ojos azules verdosos.
Y se colocó el pelo como si fuera un acto reflejo.
Y miré su brazo blanco como la nieve, donde las venas sobresalían.
Y su color pálido de piel me cegó.
Y sus labios secos agrietados me hicieron querer besarlos.
Y de hecho, lo hice.
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No reconocerse.
-¿Y por qué me estoy mirando? Ni siquiera se trataba de mí. Había una persona al otro lado, con la nariz a escasos centímetros de la mía, ...
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No dijo nada. Sólo sonrió. Y me miró. Con sus profundos ojos azules verdosos. Y se colocó el pelo como si fuera un acto reflejo. Y miré...
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-¿Y por qué me estoy mirando? Ni siquiera se trataba de mí. Había una persona al otro lado, con la nariz a escasos centímetros de la mía, ...
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Él está ahí. Con su perro, en esa esquina. Sabe cuándo aparecer. Y cuándo irse. No tengo que llamarle. Él sabe cuándo le necesito. Cuá...
Estoy obsesionada con tu blog. Ojalá publicaras más entradas.
ResponderEliminarCada día que pasa, me enamoras más y más con tus palabras y las sensaciones y emociones que transmites sin pretenderlo realmente.